Llegué a Teruel y el frío me invadía, recorrí todas la calles en busca de algo caliente, los habitantes me recomendaron acercarme a la cafetería de la plaza el Torico, Muñoz, un chocolate caliente acompañé con un dulce, al cual llamaban Trenza Mudejar.
Después de un buen desayuno y con fuerzas, visite los lugares más emblemáticos de Teruel, la belleza arquitectónica de las torres mudéjares, el melancólico sentimiento que invadía el mausoleo de los Amantes de Teruel, la tradición recogida en la figura del Torico, etc.
A mitad de mañana bombardeado por todas estas emociones me abrió el apetito de nuevo y acudí al establecimiento Sanz a degustar un exquisito regañado de jamón y pimiento.
Tras visitar la Catedral y el Museo de Teruel, un amable turolense me recomendó las delicias de Teruel y el ternasco con patatas como perfecta combinación para degustar en el restaurante Roquelín.
Después los Aljibes y Dinópolis, haciéndose de noche acudí a la pastelería Amenates para saborear los supiros de amante tan codiciados por los habitantes de Teruel, sin olvidar como obsequio para mis familiares las morcillas de arroz y miel y el jamón.
Paula, Beatriz e Isabel
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